Últimamente han caído en mi consulta algunas personas rebotadas de otro gabinete. No es la primera vez, ni será la última. Así que, cada vez que esto sucede, ante sus quejas, contesto siempre lo mismo
«Guarda ese aprendizaje, porque lo que ayer no te ha funcionado, tal vez te sea útil en otra ocasión. Y ahora, vamos a tratar de que este momento juntxs sea de utilidad, no en el futuro, sino desde hoy»
No trato de quedar bien ni con mis colegas ni con mis clientes. Simplemente me niego a formar parte de esa mala costumbre que existe (a veces), entre algunos «profesionales» del ámbito privado, de criticar el trabajo de otros, haciéndole creer indirectamente al cliente que su intervención será el Santo Grial y la solución final a sus problemas.
Hoy por hoy, sabemos que el terapeuta y sus técnicas concretas, así como su escuela, tiene poco o nada que ver en la eficacia de la terapia y que es el buen rapport, ese clima de confianza que se establece entre terapeuta y cliente, lo que facilita el cambio y por tanto el éxito de la terapia.
Criticar el trabajo de un profesional no puede favorecer ese clima de confianza, básicamente porque ha sido el cliente quién en su día escogió a ese terapeuta, por tanto, no estamos criticando al profesional, sino la supuesta mala elección de nuestro cliente. Además, deberíamos dar por hecho que por muy parecidas que sean las situaciones, nunca serán las mismas, así que es cierto que lo que ayer no funcionó tal vez diera resultado hoy. O no.
No podemos augurar garantía sin más. Somos terapeutas, no un anuncio del Teletienda.
Como profesionales de la psicología debemos tratar de mantener siempre una postura objetiva. Criticar el trabajo de los demás no es ser objetivo. Porque cuando damos nuestra opinión acompañada de un juicio, ya sea en forma de palabra o de mueca, estamos siendo subjetivos.
No olvidemos que nuestra opinión siempre será el resultado de nuestras creencias y vivencias, sumado a los conocimientos que hemos seleccionado nosotros mismos ad hoc, y todo eso conforma nuestro punto de vista, que es el producto más idiosincrásico que nuestra mente humana haya podido crear.
Así es que, para decepción de esa especie de «élite profesional», cerrada y opaca, que está convencida de que su enfoque es el único válido y eficaz y que cree estar por encima de todos los demás, ni novatos ni expertos estamos libres de cometer errores
Tampoco los errores conducen inevitablemente a un callejón sin salida. Algunos, incluso suponen un paso adelante. Porque al fin y al cabo, errar forma parte del aprendizaje
¿Y que es el proceso terapéutico sino una situación de aprendizaje de una solución distinta al problema ?
Dejemos a un lado el ego, nadie es 100% eficaz y perfecto. No existen recetas universales cuando el objeto de intervención son personas inmanentemente diversas. Por tanto, resulta innegable que…
«No existe una sola llave para abrir todas las puertas. Ni todas las puertas se abren con una sola llave»
Paula Rodríguez.
Psicóloga General Sanitaria